Nacen, corren, se lesionan, mueren. Vidas en el olvido, cadáveres hacinados en pozos, vidas ahogadas entre agua o axfisiadas con cuerdas. Terminó la temporada de caza y con ello, terminó la vida de cientos de seres explotados para tal vomitiva afición.
Los cazadores crían galgos sin mesura y seleccionan a los que serán sus próximas máquinas de matar, de una camada de cinco o seis pequeñines, únicamente concederán el derecho a la vida a uno o dos, los otros tres, desaparecerán de este mundo sin dejar rastro.